martes, 25 de junio de 2013

Richard Matheson.


 La tortura de ser diferente.

 Todos, en ciertos momentos y circunstancias de nuestras vidas, no hemos sentido como el protagonista de la novela Soy Leyenda, de Richard Matheson, Robert Neville; sobre todo en la adolescéncia, ese periodo de extensión variable, según el individuo, taiga inclemente en la que se está absolutamente solo contra los elementos (en "los elementos" se engloba un amplio espectro de inconvenientes: padres, hermanos, si los hay, profesores, los adultos en general). Y, si te crias en eso que llamaremos barrio popular, y prefieres estar solo para Leer, eres tolerado, pero no completamente integrado en el grupo de amigos; si prefieres conversar a liarte a pedradas con los asquerosos del barrio vecino (un lenguaje diferente, ni peor ni mejor) no acabas de ser digno de total confianza. Si dices algo pintoresco (generalmente una verdad como un templo) tus colegas alzan las cejas y se miran entre ellos como diciéndose: "Es buen tipo, es nuestro amigo y nos liaremos a pedradas con quien se meta con él, pero es Raro."
 Y Robert Neville, en la novela de Matheson, es un individuo singular, extraño, único. Vive en un mundo, en un futuro siempre proximo, en el que él es el único ser humano normal, entre una mayoría de individuos que antes fueron sus vecinos, sus amigos, sus conciudadanos, convertidos en monstruos. Y Neville, mientras trabaja en una posible cura para la plaga que los tranformó, busca alguien que conserve la original humanidad, como él. (También el adolescente solitario busca desesperadamente esa persona afín, con la que aliarse contra el mundo)
 En una segunda lectura, tiempo después, encontré otra dimensión para el final, que en su momento no entendí claramente; la que, al igual que los consejos sicológicos a los depresivos, describen el último período del trauma como el de la Aceptación (en la cultura católica se describe como Resignación) Y consiste en tomar plena consciencia de lo que te ocurre. Esto es lo que Robert Neville, a fuerza de luchar por supervivir, descubre al final de la novela; sabe quién es en realidad, descubre que (sigue) siendo un extraño, un monstruo, pero como se dice en el título, ahora es leyenda. Ahora es un Mito, una Pesadilla, ha dado un paso al otro lado del espejo. Ha alcanzado el grado sumo de la extrañeza.
 Y sigue estando Solo.
 Se suele decir que siempre es mejor la novela en la que se basa una película. Esto no siempre es cierto, pero en este caso sí: El increible hombre menguante, tiene, en la versión literaria original, más espacio para ahondar en la tortura sicológica del personaje principal, y de todos los que le rodean. Alguien, que era un tipo normal y corriente, como cualquier hijo de vecino, se va transformando, poco a poco, inexoráblemente, en un fenómeno (así se conocian antes a los freaks de feria), un extraño, un monstruo. Su descenso a los infiernos (el sótano) es terrible; lo pierde todo, su trabajo, su vida, su família...; su nuevo medio ambiente le ataca, porque cuanto más pequeño seas más vulnerable eres; una mísera araña doméstica es un Dragón, una puntilla oxidada es tu arma. La potencia visual del filme de Jack Arnold permanece en el imaginario colectivo, y su conclusión final no está muy alejada de la del libro, y de la filosofía de Matheson. Nos vuelve a contar la historia de un ser ajeno al mundo normal. Un Solitario, que acepta serlo, y en este caso descubre que se le abren nuevas posibilidades, que merecen la pena explorar.
 Pero esa potencia anímica y sicológica tiene varias y dispares vías de salida. Una de ellas, terrible, es la que elige Emeric Belasco, el gigante que habitó la mansión Belasco; esa dónde un grupo de investigadores paranormales pretende pasar unos días para resolver su misterio.
 Hell House, La Mansión Infernal, es una de las mejores novelas de terror moderno (sea eso lo que sea), el canto del cisne de las historias de Casa Encantadas (con permiso de El resplandor de King, la novela, que SÍ es una historia de fantasmas), un repaso a todos los elementos clásicos de este tipo de novelas, y un enfrentamiento entre dos vias de expresión del trauma de la Soledad: la aceptación y la vuelta a comenzar, o la transformación, en la que retuerces la realidad para acomodarla a tu personal visión y deseos.
 Y la voluntad de Transformación en el Alma de Emeric Belasco era tan grande como su estatura física...
 He sentido la muerte de Richard Matheson, porque he disfrutado mucho con sus mejores novelas y cuentos y sus guiones para la televisión, y porque instaló en mi mente, como en la de otros muchos, el armazón sobre el que alguna vez construí algo, y sobre lo que se sostendrá lo que cree en el porvenir.

lunes, 24 de junio de 2013

Fredric Brown.


Como se comentó en una entrada anterior en este blog, tanto la colección Círculo del Crimen, de Forum, como Club del Misterio, de Brugera, fueron una estupenda oportunidad para profundizar en ese género que ya habíamos conocido, los que rondamos la cincuentena, a través del ciclo de cine negro americano en Televisión Española. Llegaron en el momento justo de nuestra biografía en que, habiendo catado ya droga de la lectura, lo leíamos todo; lo que cayera en nuestras manos inexpertas era pasto de nuestra ansia lectora. Y, aunque no pude satisfacer en aquellos dias mi interes original e innato por la Fantasía, ya sea en su variante de ciencia ficción, ya en la de los cuentos de hadas (el recuerdo de las ilustraciones de El Barón de Munchausen en un volumen de recopilaciones de estas historias para niños permanece indeleble en mi memoria), si pude descubrir, gracias a Club del Misterio, una selección importante de la narrativa popular policíaca. Tomé contacto con ciertos autores que me acompañarían, despues, a lo largo de mi vida, y aprendí a discriminar a aquellos que no merecieron mi atención. Desde muy pronto me decanté por eso que hemos dado en llamar Género Negro, dificil de acotar, pero perfectamente identificable para los aficionados. No es novela-enigma, ni novela de espias, ni aventura urbana, aunque puede ser un poco de todo esto.
 Estas colecciones abundaban en esta generalidad, más editorial que de otro tipo, en la que, para comenzar Círculo del Crimen, lo hacían, al precio de oferta de 50 pesetas, la novelas El Tercer Hombre, de Graham Greene, y Llamada para el  Muerto, de Jhon Le Carre; estimables novelas y autores, pero encuadrados en una corriente general literaria.
 El caso es que, el siguiente autor, en el orden de publicación de la colección, en llamarme la atención fué un tal Fredric Brown, con una novela apasionante, llena de elementos sorprendentes, en su trama y en la elección del protagonismo de la historia, un periodista alcohólico (aunque esa palabra jamás aparece asociada a él, en la novela), metido, por azar, en un caso de un asesino en serie de mujeres, conocido como el Destripador, y con un título original muy significativo, elemento importante en la trama, hurtado en esta edición: The Sceaming Mimi. Comprendo que es un título dificil de trasvasar a otro idioma, pero el elegido (La Caza del Asesino) es totalmente neutro y anodino.



 Tiempo después me encontré con otra novela del autor, y, de nuevo, me dejé llevar por una narración deslizante, suave pero contínua, que incidía en el protagonismo de un periodista, en esta ocasión, en una pequeña localidad pequeña y árida de Arizona, y una incidencia, desde el propio título, en el alcohol: One for the Road, 1958. Un Trago para el Camino, en esta edición.

 le siguió, en el personal orden de lectura de las obras de Brown, la que el propio autor consideraba su mejor obra: La Trampa Fabulosa (The Fabulous Clipjoint, 1947), el comienzo de lo que sería una serie de novelas protagonizadas por Ed, y su tio Am Hunter, investigadores privados y casi amateurs, bebedores sociales, feriantes, trotamundos de vocación, como el mismo Brown, al parecer.



 Quizás esta sea la mejor novela de Fredric Brown, en el género policial. Ganó el premio Edgar de 1948, y fué merecido.
 Tiempo después llegó a las librerías la colección Black, de Plaza & Janés, un intento muy interesante de javier Coma, como director de la colección, por recuperar y dar a conocer aquellas obras pertenecientes a esta denominación y espíritu, y, al llegarle el turno a nuestro autor, publicaron la siguiente en la relación de novelas de Ed y Am Hunter; La Viva Imagen (The Dear Ringer, 1948). tambien se editó El Asesinato como diversión, una obra menor de su producción, pero con suficientes elementos interesantes para ser recomendable.




 Quizás el resto de novelas que conozco de él no alcancen los niveles de las reseñadas en principio (no comparto el entusiasmo general por La Noche a Través del Espejo - Nigth ot the Jabberwock-, quizás porque tampoco comparto el entusiasmo por Alice in Wonderland, lo siento), pero, personalmente, encontré en su otra vertiente narrativa, el de la ciencia ficción, y sobre todo en su dedicación al cuento y la novela corta, una serie de obras magistrales. Hablo de Ven y Enloquece, de ¡Vete de aquí, Marciano!, de Universo de Locos, de decenas de relatos ultracortos, donde dá su total medida traviesa e irónica, a veces bufa, a veces trágica, lúcida siempre, desmintiendo la ebriedad de su vida. O confirmándola. Quizá.

viernes, 21 de junio de 2013

Ellas y el crimen.



      Lauren Bacall, junto a Bogey, en tantas maravillas; El sueño eterno, Cayo Largo, La senda tenebrosa, tener y no tener...


 Rita Hayworth, Margarita Carmen Cansino, fué y será Gilda.


 Ava Gardner, la perdición de Burt Lancaster en The Killers, Robert Siodmak, 1946.


 Gene Tierney, Laura.


Barbara Stanwyck, nunca estuvo más inquietante que en Perdición, Double Indemnity. Billy Wilder.


Kim Novak, impostora en Vértigo (entre los muertos) de Hitchcock.


Katleen Turner, con Fuego en el cuerpo, Body Heat, de Lawrence Kasdan.

 Faltan muchas, pero las que están no podían faltar.

jueves, 20 de junio de 2013

Ross Macdonald.



En la categoria de Género Criminal caben muchas variantes de esta modalidad narrativa que tiene como motivo principal el planteamiamiento de un crimen o delito, cometido o por cometer, y las consecuencias de estos sobre los individuos a su alrededor. Entran en esta gran estantería desde la novela enigma decimonónica, a la aventura urbana (que se nutre de la novela popular o pulp, con sus personajes hard-boiled, mezcla de investigadores y vengadores), al juego subterráneo de los agentes secretos y las "guerras frías". Para mayor comodidad a la hora de la búsqueda del lector, y para el ofrecimiento directo de las editoriales, se hacen necesarias las etiquetas y las clasificaciones. Una de ellas, muy importante en la producción y en la impronta grabada en el inconsciente colectivo popular gracias al cine y la televisión,  es la del Detective Privado; y aquí se siguen dando las clasificaciones, porque caben en esta definición tanto Hercules Poirot hasta Mike Hammer, desde el culto y refinado portento de inteligencia que se mueve en escenarios burgeses y acomodados, hasta el más intuitivo y directo gato callejero, urbano y siempre escaso de recursos.
 A medio camino entre uno y otro arquetipo están esos investigadores particulares que reflexionan en voz alta, que están atentos al escenario y los tipos humanos entre los que se mueven, que sacan conclusiones que van más allá que la mera superfície, y que saben que la suciedad no desaparece del entorno con la desaparición de escena del elemento perturbador (el criminal).
 En esa escuela de la calle (porque son de ella y petenecen a ella) viven las creaciones de Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Ross Macdonal, y algunos más. En el caso del primero, además de crear todas las categorías modernas de ese llamado Género Negro, desde la crónica gangsteril de La llave de cristal, hasta la comedia criminal con El hombre delgado, perfila el molde en el que encajarán todos los detectives privados posteriores: Sam Spade y tambien el agente de la Continental. El segundo (Raymond Chandler) se centra en el grueso de su producción novelistica criminal en un personaje, que en el imaginario colectivo tendría para siempre la imagen de Humprey Bogart, desde que protagonizó la versión cinematográfica de El sueño eterno, basada en la novela del mismo título, llamado Philip Marlowe (aunque en realidad, físicamente, el detective privado descrito por el autor toma sus características de Cary Grant). Chandler aporta un más cuidado estilo literario a la narrativa criminal, y fija el vaciado del arquetipo, pero eso, como diría el tabernero de Irma la dulce, la película de Billy Wilder, es otra historia.
 El otro componente del triunvirato de creadores de investigadores privados es Ross Macdonald (de verdadero nombre Kenneth Millar, 1915- 1983, esposo que fué de la tambien escritora Margaret Millar, 1915- 1994). Macdonald crea a Lew Archer en la novela The moving target, 1949, El blanco móvil.
 Hay quien opina que todos los escritores, en el fondo, siempre cuentan la misma historia, de diferentes maneras. Si esto es cierto, en el caso de Ross Macdonald se podría decir que, desde el primer capítulo de esa larga novela que empezara con The moving target su mensaje es claro y definido; Según Macdonald- Millar la sociedad, sobre todo la que está más arriba en la pirámide, practica un juego de apariencias, de espejos deformantes que ocultan o difuminan la podredumbre. Lew Archer actua cono una espoleta de un explosivo enterrado durante años, que al final, pondrá al descubierto la falsedad de un núcleo familiar hipócrita y frágil. El detective privado casi se limita a ser un testigo del derrumbe de ese edificio social y personal, como una de esas mansiones californianas, a pié de playa, de cimientos inestables, cuidando que los escombros no caigan sobre los inocentes, los desclasados o los vencidos. En ese extenso volumen, o en esa serie de cuadros con un tema común, consige variaciones interesantes (como El caso Galton, o La piscina de los ahogados) hasta alcanzar la versión definitiva con The underground man, 1971, El hombre enterrado.
 Por espacio de dos películas Lew Archer tuvo la encarnadura de Paul Newman, rebautizado Harper, en Harper, Harper, Investigador Privado, 1966. Y The drownig pool, 1975. Piscina Mortal.



martes, 18 de junio de 2013

Fritz Leiber y la Espada y Brujería.



Se atribuye a Fritz Leiber el acuñamiento del termino Espada y Brujería para denominar este tipo de historias en las que se aúnan la aventura histórica o de capa y espada con la Fantasía o la ciencia ficción de la que el propio Leiber fué un destacado autor.
 El ciclo de Fafhrd y el Ratonero Gris, los dos personajes que protagonizan el llamado ciclo de las Espadas para su edición en libros se compone de una serie de cuentos, novelas cortas y una novela publicados a lo largo de los años, desde los años ´40 hasta los ´80 del siglo pasado. A partir de 1968, para su inclusión en libros, y en un intento para dar coherencia interna e  hilazón a los diversos relatos independientes, el propio Leiber preparó una serie de cuentos que, ademas de esto, llenasen algunos huecos en el devenir se sus personajes protagonistas.
 Según la visión de su creador, son estos una pareja de aventureros, truhanes, "carne de horca", según su definición, más pícaros que criminales, buenos camaradas y hábiles luchadores. El alto y norteño Fafhrd está inspirado en el propio Leiber, y el pequeño y socarrón Ratonero Gris en Harry Otto Fischer, colaborador o coautor de alguna de las historias del ciclo.
 Su espíritu aventurero o mercenário les lleva a recorrer el mundo (alternativo o lejano en el tiempo y el espacio, cosa que no se aclara) en toda su extensión conocida, pero, sobre todo, trancurre en la ciudad de Lankmar, la de los ciento cuarenta mil Humos, la de los gremios de Ladrones y la corrupción institucionalizada, muy convenientes a los intereses de nuestros protagonistas.
  Comienza la edición de las novelas del ciclo de las Espadas en la colección Fantasy de Martinez Roca con Espadas y Demonios, 1985 ( Swords and Deviltry, 1970), nº 2 de la colección.



 Incluye dos relatos en los que se nos cuentan dos aventuras anteriores a que ambos personajes tomasen contacto y que no son lo mejor, ni del ciclo ni de la producción de Leiber; es una curiosidad o un "completismo" superfluo. El cuarto relato es Acíago encuentro en Lankmar, ganador de los premios Hugo y Nébula de 1970, y ambos premios los merece.
 El segundo libro de la serie y también el segundo en publicarse en M.R. es Swords against death. Espadas contra la muerte, 1986, nº 8



 En la introducción del autor nos cuenta que, de los cuentos incluidos,la mayoria se publicaron alrededor de 1940, por primera vez, en la revista Unknown. Otros en 1968. Todos, sin excepción, son excelentes. Lo mejor del autor; aventura, magia, ironía en perfecto ensamblaje.
 El tercero en el orden de publicación de Martinez Roca es Espadas contra la Niebla de 1987, nº 16. Swords on the Mist, de 1968.



 De nuevo un volumen imprescindible. Incluye una de las historias que, a pesar de no tener ningún elemento fantástico, mejor describe a los personajes y el particular universo de Leiber, y que podria formar parte de cualquier antología de humor: Tiempos difíciles en Lankmar. tambien incluye una novela corta que pasa por ser la primera historia escrita del ciclo: El gambito del adepto.


 Espadas contra la Magia,1989 nº 21. Swords against wizardry, 1968. Compuesta de dos novelas cortas, una de ellas, Los señores de Quarmall, elaborada con elementos de una historia de 1936 de Otto Fischer, y de dos cuentos-enlace, continua el nivel de calidad muy alto.
 Y, en 1990, Martinez Roca nos ofrece Las espadas de Lankmar (Swords of Lankmar, 1968), nº 25,  la única novela de la serie, y una de las cumbres del género. Fantasia con mayúsculas, ironía sutil asentada en  el conocimiento y el respeto por las claves de este tipo de literatura y diversión sin complejos. Y ratas, muchas ratas...
 A partir de aquí, y en las siguientes entregas del ciclo, la producción del autor sufrió grandes altibajos. Tenía oficio y ocasionales destellos de genio, pero el rumbo era errático; junto a fragmentos deliciosos se alternaban globos, coloridos y fascinantes, pero vacios.
 Espadas y Magia Helada,1990, nº 28, Swords and Ice Magic,1977, y The Knight and Knave of Swords,1988, La hermandad de las Espadas,1992, nº 33.





 Para la edición de Martinez Roca se usaron en las cubiertas ilustraciones de Luís Royo, estupendas, pero absolutamente despegadas del contenido.
 Y nada más, tan sólo insistir en que, a mi parecer, el ciclo de las Espadas, las aventuras de Fafhrd y el Ratonero Gris, de Fritz Leiber, son una lectura muy recomendable, que necesita una urgente reedición. Y, puestos a pedir, ¿qué hay de esa novela inédita: Tarzan and the Valley of Gold?

lunes, 17 de junio de 2013

Bolsilibros.

 










 ¿Porqué lees novelillas de a duro?

 Justificación 1ª:

 Cuando nos referimos a la novela popular española tenemos que tener presente que se trataba de un material de producción casi industrial. Los autores eran unos artesanos de la escritura. La perioricidad, generalmente semanal, de las colecciones, la gran cantidad de estas, el número de las diversas editoriales para las que podían emplearse obligaban a una producción estajanovista. Se cuenta que, alguno de los autores más populares, podían escribir tres o cuatro novelas cortas mensuales, de diversos géneros, desde el Western al Rosa, pasando por el Bélico y la Ciencia Ficción, sin posibililad ni tiempo para corregir los textos, estrujándose las meninges para pergeñar, puntualmente, tramas originales y, sobre todo, entretenidas.
 Porque eso, sobre cualquier otra consideración, es lo fundamental en una obra de novela popular, que sea entretenida. Aquí, en estas pequeñas novelas de coloridas portadas, tamaño justo para caber en un bolsillo del blusón, y páginas amarillentas y gastadas por el continuo intercambio, no hay sítio para estúdios sicológicos de los personajes, ni entreveradas tesis sociopolíticas del entorno en que transcurren *. Aquí pasan cosas.


 Justificación 2ª


 Theodore Sturgeon dijo una vez: "El 90% de la ciencia ficción que se publica es basura." Y añadió, cuando reparó en la cara que ponian sus compañeros escritores con los que estaba reunido: "Pero eso es algo que se puede decir de cualquier cosa."
 Dudoso consuelo para sus compañeros pero una verdad universal. Y en el campo de la novela popular se publicó mucho. Muchísimo. Pero lo que hemos de tener claro es que aquí no encontraremos una obra de arte magistral, sino muchas buenas artesanías.
 Quizás todo se resuma en el nivel de expectativas que cada cual se marque. Hace muchos años, cuando éramos jóvenes y salíamos de "caza", un amigo del grupo se marcaba siempre un objetivo de partida: Ligarse a una rubia de ojos azules. Bien, una noche lo consiguió; en efecto era una chica de cabello rubio y ojos azules como el cielo de invierno..., y pequeñita, y regordeta, y malencarada (y soy respetuoso). Tambien Miss Peggy es rubia y tiene los ojos azules...
 Pero, ¿quén fué más feliz aquella noche, él que cumplió sus expectativas o yo, que regresé a casa sólo y borracho?


 Justificación 3ª


 ¿Y porqué no?



 * Y, sin embargo, si alguien quiere hacerse una idea de como estaban distribuídos los roles sociales y sexuales y constatar la presencia de la autoridad nacional católica que rigió este pais durante algo más de cuarenta años del siglo pasado la lectura desapasionada de estas obras es esclarecedora. Remito a los artículos de Jose Ignácio Corcuera el la página del amigo Nicolás Solvanín, Bolsilibros Brugera. bolsilibrosbrugera.wordpress.com/

domingo, 9 de junio de 2013

A. Thorkent.

 A. Thorkent (Angel Torres Quesada) es bien conocido por los aficionados a la ciencia ficcion popular española por su serie sobre El Orden Estelar, publicada en diversos números de las colecciones de Brugera La Conquista Del Espacio y Héroes Del Espacio y en la más reciente  de Robel, ordenada por el mismo Angel Torres Quesada. Pero su producción como A. Thokent no se limita a las historias sobre el Orden Estelar; a lo largo de ambas colecciones de Brugera el autor publicó un buen puñado de novelas "independientes" muy estimables.
 En El Sitio de Ciencia Ficción, tanto Antonio Quintana Carrandi como José Carlos Canalda dedican un espacio a la Novela Popular de SF y especialmente a Angel Torres; Se comentan las novelas del Orden y algunas fuera de este. Su labor de divulgación de todos estos autores es muy recomendable y encomiable. Pero nosotros hemos encontrado un par de joyas de este autor que nos parecen especiales por distintos motivos.
 Una de ellas es esta TRES DIAS DE SILENCIO, Héroes del Espacio nº 183, octubre de 1983, en la que el autor nos ofrece una historia podria resumirse con la siguiente descripción: Empieza como un homenaje a Richard Matheson y su SOY LEYENDA (¿Qué joven aspirante a autor de fantasía no emborronó unos folios con un comienzo del tipo: "Me levanté una mañana y al salir fuera me dí cuenta de que estaba solo en el planeta...?"), continúa como uno de los mejores homenajes pátrios a Phip K. Dick, y acaba como una típica aventura Thorkeniana. A pesar de tan dispares referentes Angel Torres Quesada consigue construir una historia coherente y muy entretenida.
 
 
 
La otra novela, al margen de sus valores como historia de aventuras y viajes por el tiempo, resulta  interesante porque no se incluyó en la reedición de El Orden estrelar de Robel, a pesar de que ceeemos que pertenece  a la saga. En lugar de esta Angel Torres la amplió en una narración más extensa: LOS GUERREROS DEL TIEMPO, obviando esta LOS MERCENARIOS DEL ESPACIO, La Conquista del Espacio, nº 512, junio de 1980. O quizás estemos equivocados y no pertenezca a la saga. De cualquier manera es una buena novela, digna de reivindicación. Como otras muchas de su producción "independiente." 
 
 
 
 

martes, 4 de junio de 2013

Primera sangre, y otras historias en Innsham.


David Woolrich. (Fragmento)

 Despues de un tiempo sin noticias de David Woolrich (lo último que supimos de él es que descansaba en una clínica de reposo despues de su divorcio) nos ha hecho llegar un fragmento del comienzo de un posible nuevo relato. No lo aclara, pero nos indica que hagamos con él lo que nos parezca. A nosotros nos parece que es un buen aperitivo para los aficionados (los tres) a la narrativa de David Woolrich.

SIRENAS.


 El primero en ver lo que cayó de la red, al abrirse sobre la cubierta, fué Roberto; él era el encargado de extender la captura por la cubierta y de comprobar que nada extraño se enganchaba en la red. En un primer momento, mientras se descargaba la plateada cascada de pescado, reparó en el borrón oscuro y voluminoso revuelto con el resto de captura, pero lo catalogó maquinálmente como un tiburón pequeño o un pulpo grande (o un tiburón devorando un pulpo); nada inhabitual en aquellas aguas.
 Fué entonces, cuando el bulto extraño le golpeó las pantorrillas y le hizo trastabillar, que miró a sus pies y, quieta entre los coleantes pescados, vió con claridad a la criatura.
 De inmediato se dijo que aquello no podía ser un tiburón, ni un pulpo despedazado, ni una cria de león marino destrozada por las hélices de algún barco; una décima de segundo despues reconoció, entre el gurruño de formas correosas y de un brillante color negro, un rostro humano.
 -¡Virgen Santa! -exclamó, manoteando para mentener el equilíbrio. Reculó hasta que su trasero topó con la borda.
 Willson, el más cercano a Roberto por ser el que manejaba la grua, no se preocupó cuando le vió trastabillar y hacer aspavientos; era normal escurrirse en la cubierta mojada, y, a veces, se te podía revolver un escualo y tratar de morderte las pantorrillas, pero gracias a las botas altas de goma nunca la agresión iba más allá de una molestia. Además la claridad del amanecer, tamizada por la capa de nubes espesas que cubrían el horizonte, todavía sumía a la embarcación en penumbras. El sistema automático apagó los focos. En ese instante de indefinición, en esa zona crepúscular, es esa escena de formas grisáceas, a Willson sólo le constaba que un bulto oscuro había hecho tropezar al joven portugués.
 Abrió la boca para reprenderle y urguirle a estar a la labor, pero se vió interrumpido por Mannywar, que llegaba desde proa, con un bichero entre las manos, para ayudar en la selección de la captura, exclamando:
 -Pero, ¿qué carajo es eso, tío?
 Con un par de zancadas de sus largas piernas se plantó junto a Roberto; el uno se vió obstaculizado en su retirada por el avance del otro. Ambos jóvenes clavaban la nirada en lo que quiera que había caído de la red, con el resto de pescados, los rostros demudados y los ojos como platos.
 Willson cerró la boca y comenzó a rodear la captura para acercarse al centro de atención de aquellos dos, con un pellizco de inquietud en la boca del estómago.
 ¿Qué os pasa, tíos?- gruñó. -Si es un tiburón tiradlo por la borda...
 La criatura no medía más de un metro y medio. Su mitad inferior era similar a la de una foca; el torso parecía la fusión de dos grandes calamares, con algunos tentáculos seccionados u otros acabados en gárfios; en su extremo superior sobresalía una cabeza pequeña, con un rostro terso y pálido, menudo e inexpresivo, de ojos cerrados y boca prieta, de niño dormido. blanco como la espuma de mar...
 Willson no pudo evitar dar un paso atrás. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral y el estómago se le revolvió. Fué consciente de que la sangre del rostro se retraía, como al empuje de una brisa helada.
 -¿Qué haceis ahí parados como pasmarotes? -llegó la voz de Mathias, desde el castillete de proa. -Tenemos mucho que hacer, antes de que llege la tormenta...
 El capitán de la nave salió de la cabina como una tromba, pero al pisar la cubierta y reparar en lo que los demás rodeaban se aquietó bruscamente. Su rostro, de facciones remarcadas y morenas se tensó, los ojos, pequeños y oscuros, se empequeñecieron aún más y se clavaron en la criatura. A Willson le pareció que, de poder, habrían fulminado el cuerpo entre llamaradas.
 Mathias se sacudió el estupor al instante. Tomó el bichero de manos de Mannywar y lo clavó entre los tentáculos de la criatura. Esta no dió muestras de sentirlo. De un sólo movimiento el capitán alzó el cuerpo, como si sacudiera un trapo viejo o una bolsa de basura, dió un brinco hasta la borda y lo hundió en el mar. De un golpe desengachó el gárfio del bichero, con lo que provocó que la parte superior de la criatura permaneciera en la superfície un instante, mecida por el suave oleaje.
 Fué entonces cuando abrió los ojos y miró a Mathias a la cara.
 Despues la carita infantil se hundió, en silencio, sin provocar ondas ni burbujas...


  Edición de la redacción de Relatos Populares.