martes, 24 de septiembre de 2013

Charles Mitchell (Carlos Miguel Martínez)


 Perlas Ensangrentadas.
 Hasta no hace mucho tiempo (Hablamos de meses, semanas) la obra y personalidad real de Charles Mitchell era una absoluta incógnita en los cículos de aficionados a la novela popular española. Se tenian referencias de las novelas publicadas por este autor en la colección Servicio Secreto, de Brugera, gracias a los listados de estas colecciones que lleva a cabo Nicolás Solvanin en su página web Bolsilibros Bruguera; un puñado escaso de últimos de los años ´50 y primeros ´60 en dicha colección , con alguna de estas reeditadas en la colección Selecciones Servicio Secreto.
 Su nombre pasaba de comentario a comentario en los grupos de facebook que tratan de estos temas, se solicitaba información y se especulaba sobre la dificil localización de alguna de sus misteriosas obras, y sobre la calidad de las mismas.
 A partir del verano de este año y gracias a la perseverancia de Andrés Peláez Paz y Alberto Perez Aroca se consiguió localizar un lugar en la red donde se hablaba del autor y, por otra parte, poseer algún ejemplar de su producción literaria. Supimos que el verdadero nombre del autor era Carlos Miguel Martínez y conocimos que se trataba de un reputado y veterano fotógrafo documentalista, miembro de la Real Academia de Fotografía, fundado de un grupo dentro de esta llamado "La Colmena"; Y aseguraban quienes habían leído alguna de sus antiguas novelas que su halo misterioso corria a la par de su calidad literaria.
 Hace unos dias, gracias a la generosidad de los amigos Juan Castillo y Rubén Soto, ha llegado a nuestras manos y pupilas la novela Un Cadaver a Medida, S.S. nº 221, noviembre de 1954, y no me excederé en los calificativos que me han provocado la lectura de este bolsilibro, porque podría provocar en ciertos lectores el sentimiento de frustración si no encuentran todo lo que yo he encontrado en él, y así evitamos tambien la posible alza en los precios de las novelas del autor en ciertos sitios de venta para coleccionistas en internet, como avisa Juan Castillo.
 Tan sólo diré que se considera que la Novela Negra en España nació con el nacimiento de la democracia en este pais, y se marca la señal de inicio de su avance con los hitos de la publicación de las novelas de Manuel Vázquez Montalbán, y su personaje Pepe Carvalho, y de la estupenda novela de Andreu Martín *, Prótesis, más que nada porque para que una obra se pueda marcar con esa divisa de "Negra" se tiene que dar en ellas, aparte del contexto ambiental pátrio, el trasfondo de una cierta crítica sociopolítica. Está claro que esto no podía darse en la literatura de género en los años de gloria del bolsilibro y del franquismo, pero no es menos cierto que el componente sicológico, o meramente de intriga policial, son armazón narrativo capital de este. ¿No son entonces Género Negro William Irish, Fredric Bown, Bruno Fischer, Charles Williams y tantos otros culivadoras foráneos de este tipo de literatura? ¿Por que entonces para los estudiosos de este género toda la producción anterior a esos años  no merece su atención, en absoluto? Si dejamos aparte el tema político y social, y se trata de considerar que este tipo de novela popular barata mayoritariamente era creado y recibido por gentes a las que sólo preocupaba que le entretuviesen unas horas, que le recordaran que el Bien siempre triunfaba sobre el Mal, que la Ley es siempre Justa e Incorruptible y que los protagonistas acababan unidos al final con un lazo sagrado e indisoluble, están estas obras de estos autores que reivindicamos para demostrar que la profesionalización no está reñida con la calidad.
 El propio Carlos Miguel Martínez abandonó esta labor literaria por considerar que era una labor inbricada en un engranaje banal y mecánico. Imaginamos que algún toque de atención se llevaria de parte de algún directivo de Bruguera al leer esta novela, tan opuesta a los postulados, no escritos pero asumidos por todos, reseñados antes . Tambien es claro que el novelista tenía otras inquietudes artísticas y hacia ellas se encaminó. Exitosamente, por cierto; no se equivocó.
 Pero nosotros perdimos a un gran novelista.
 Seguiremos de cerca a esta autor, porque es nuestro deber como aficionados a este tipo de literatura el reivindicarlos y mostrarlos, en la medida de nuestras escasas posibilidades, al Gran Público Lector.
 * No se si Andreu Martín escribió algún bolsilibro, pero homenajeó a este tipo de novela popular con la divertida y estupenda novela El Señor Capone no está en Casa, de P&J, policial, nº 4, 1984. (Como me recuerdan algunos amigos en efecto escribió bolsilibros, concretamente de la colección Indiana James, junto a Juan José Sarto, Francisco Pérez navarro y Jaime Ribera, bajo el alias compartido del propio "Indiana James")

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ultima remesa bolsilibresca.

 En la última remesa de bolsilibros leídos el porcentaje de las buenas ha sido alto: cuatro de nueve, cuando lo habitual es que se cumpla la ley del 20% ; de diez, sólo dos. Pero en esta ocasión todos los autores implicados eran de calidad. Si hubiera (que las había) alguna novela ilegible, se les podía perdonar; hasta el mejor escribano echa algún borrón.
 Sin embargo no reseñaré estas, que no me merece la pena comentar cosas que no me gustan. Prefiero dedicar mi tiempo, y el de ustedes, en recomendar obras que les pueden hacer pasar un buen rato, siquiera entretenido, si tienen la fortuna de encontrarlas por esos mundos de Dios.
 En esta ocasión he conseguido leer algunas novelas que ya han sido comentadas por Alberto López Aroca y Juan Castillo en sus respectivos blogs ( NOVELAS DE A DURO novelasdeaduro.blogspot.com/ y BOLSILIBROS bolsilibrosblog.blogspot.com/) y en el blog dedicado en exclusiva a Peter Debry peterdebry.blogspot.com/ (Todos lugares en los que vuesas mercedes harían bien en frecuentar, pues abundan en ellos Prodígios, Maravillas y Dislates, y son estancias de mucho provecho y erudición), pues de este autor son tres de las novelas que me han gustado. Pedro Victor Debrigode, pilar fundamental en el nacimiento de la colección Servicio Secreto de Brugera, y autor, con el sedónimo de Arnaldo Visconti, de una de las mejores series de la novela popular española, El Pirata Negro, que nunca me cansaré de recomendar a vuesas mercedes. La primera en la lista es La Muerte en "Bikini", nº 359 de S.S., junio -1957, reseñada recientemente en NOVELAS DE A DURO, y estoy de acuerdo con Don Alberto López Aroca, en que es una excelente novela policíaca. Una trama bien urdida y resuelta, una narración ágil, unos personajes sólidos y de reacciones coherentes. Remito a la mencionada reseña para más información.


 Tambien remito a las reseñas que de La Mina de las Ánimas, Peter Debry, S.S. nº 362, julio -1957, hacen tanto Juan Castillo en Bolsilibros, como el blog de Peter Debry. Coincido con ambos en que se trata de una buena novela, aunque con un detalle en la trama no bien resuelto que no mencionaré para no condicionar su lectura a nadie (en las historias policíacas vale lo que se decía en el final de la película Testigo de Cargo: No cuenten a sus amistades el final de esta película, por favor) Si no reparamos en este detalle la lectura es como dicen estos amigos: apasionante.


 Esta novela no la he visto reseñada por ningún sitio: Piratas de Puerto, S.S., nº 375, octubre -1957, así que la haré yo: Cuando Brian Conrad y su socio Max Ocampo entran en la oficina de J. Kunz Cheyne para pagarle el resto del pago que le deben por su canoa rápida, el "Dolphin" se encuentran con que un encapuchado está robándole, a punta de pistola. Tambien está allí un individuo desconocido que, cuando el atracador se marcha, saca un revólver del sobaco y le dispara. En la confusión siguiente el socio de Brian Conrad resulta muerto. El atracador huye. Conrad responsabiliza al desconocido de provocar la muerte de Ocampo, pelea con él, Kunz se pone de parte de este, que resulta ser un "capo" de los muelles. En su búsqueda y pesquisas en pos del asesino de su amigo por el camino de Corad se producen algunos asesinatos y algún intento de atentado contra él.
 Una novela de ambientación marinera, como marineros son sus personajes, tipos duros, curtidos, enredados en contrabando de drogas; buena novela, bien narrada y bien resuelta.


 Por último, en orden de lectura que no de calidad, una novela de un autor a reivindicar cuando entra en el género negro, de estilo siempre correcto y limpio. En Cruce Peligroso, Mark Halloran (Jorge Gubern i Ribalta), S.S. nº 522, agosto - 1960, Edwin Morgan, un agente de seguros, pasa, a altas horas de la noche, con su coche, por delante de una joyería, donde un atraco está teniendo lugar. Los ladrones fueron sorprendidos por una patrulla policial rutinaria y en el intercambio de disparos caen heridos de muerte dos policias, dos atracadores y otro que aún tiene fuerzas para asaltar el coche de Edwin Morgan y huir, a punta de pistola. El ladón herido lleva el maletín con las joyas robadas. Una vez lejos del escenario del atraco muere a causa de las heridas recibidas en el tiroteo.
 Y el agente de seguros se encuentra con un maletín lleno de joyas, un revólver y un cadaver. Se deshace del cadaver y se queda con lo demás.
 Un comienzo contundente que continúa en una trama en la que los policias, deseosos de vengar la muerte de sus compañeros, y soslayando los límites de la ley, investigan a Morgan, por tener vagas pistas acerca del coche en el que huyeron, que es similar al suyo, y al que suponen un complice del atracador, con la fascinación que siente el agente de seguros por la hermana del atracador muerto, a la que se acerca y quiere ayudar, con el jefe de la chica, que es el verdadero "cerebro" del atraco y que quiere recuperar el botín... Si esto no es género negro que venga Dashiel Hammett y me contradiga.


 Cuatro buenas novelas con el sabor del mejor cine negro clásico, de dos buenos novelistas. La portada de La Mina de las Ánimas es de Bosch Penalva, y de la de Piratas de Puerto de Ángel Badía Camps. Las otras dos sin atribuir.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Carlos de santander (Juan Lozano Rico)

 No somos por estos lares muy aficionados a la novela romántica o "rosa", pero a raiz de un artículo de Antonio Quintana Carrandi, publicado en Bolsi & Pulp, dedicado a este autor decidí leer alguna novela suya. Se lamentaba y sorprendia el autor del artículo de la escasa información que existia sobre este autor en la red, salvo la minima entrada en la wikipedia, y algún comentario que se limita a repetir esta información, junto con algún comentario crítico sobre alguna de sus novelas. Juan Lozano Rico, que tambien firmó con el seudónimo Red Harland alguna novela de los primeros años ´50 en los géneros "masculinos", fué uno de los autores de mayor exito, antes y durante los años de reinado de Corín Tellado, y unos de los escasos a los que Brugera dedicó una colección en exclusiva: Colección Carola, donde, entre novelas originales y reediciones se publicaron 964 títulos; tambien participó en la guerra privada por la hegemonía en el mundo de los bolsilibros entre Brugera y Rollan, en la que se "robaban" autores en exclusiva.


 Y hay que tener en cuenta que en los años gloriosos de los bolsilibros, los ´50 y los ´60, la proporción de las colecciones Romanticas y del Oeste respecto a cualquier otro género (Policiaco y aventurero) era abrumadoramente superior. Solo hay que mirar el listado en el final de las novelas para constatarlo: En una novela cualquiera de 1957, 8 colecciones románticas, 4 del oeste, 1 policíaca. El género "rosa" era el más popular. Y Carlos de Santander uno de los más populares cultivadores de este.
 Atendiendo, siquiera, a estos datos decidí comprobar qué les ofrecia el novelista a sus devotas lectoras de un mundo competamente distinto al actual, con unas costumbres sociales y morales nacionalcatólicas, inmersas en una España recién salida de una posguerra, en la que, para que se publicase una novela un "asesor moral" debía dar su benepácito. Tambien debía superar mi desinterés por este tipo de novelas, pero hice un esfuerzo y, al menos con una de las elegidas y comenzadas, no me costó ningún trabajo terminarla y disfrutarla. Quizás, en un principio, se debió a que trataba, de fondo, de un tema de rabiosa (y cansina) actualidad: el turbio mundo de las altas finanzas y los jugadores de bolsa. (¿En qué informativo no se reseña todos los dias el nivel de las bolsas mundiales, quien no ha aprendido a taparse la nariz cuando se mencinan a "Los Mercados"?) La novela en cuestión es Un Aventurero, colección Carola, nº 270, segunda edición de julio de 1971; la primera de 1956.


 Samuel Hunter es lo que hoy en dia conocemos como un broker independiente, que le propone a un conocido una posibilidad de negocio, o, más bien, una promesa de ganancias, trapicheando en la bolsa con las acciones de una cierta empresa en expansión. Eso es lo que Samuel Hunter vende, pero en realidad no tiene intención de repartir beneficios del "timo" que prepara, pero necesita un socio capitalista, y para que todo tenga una apariencia consistente y enterarse de los movimientos del empresario en cuestión, se dedica a cortejar a su secretaria personal. Por supuesto la muchacha en cuestión es joven y atractiva, aunque distante y seria, como lo son todas las mujeres trabajadoras e inteligentes de la novela popular (el adjetivo que ronda nuestras cabezas constantemente es frígida, pero reaccionan adecuadamente ante el varón viril y dicharachero al final, que nadie se preocupe). Pero el "aventurero" es un seductor, como lo son todos los embaucadores, y la atractiva y solitaria secretaria cede y se enamora del tahur.
 La novela transcurre por los cauces habituales en este tipo de historias, y el final es el esperado y deseado, pero realmente es una novela corta interesante, bien escrita, y con un par de detalles en su argumento que la enriquecen (como ciertas pastillas de caldo, al guiso). Porque sorprende que el asesor moral dejase pasar unas situaciones que, a los ojos de cualquiera, muestran un sentimiento adúltero en la mujer del "socio" de Hunter hacia este. Si bien solo se trata de pensamientos, de ilusiones, de jugar con una idea romántica de una esposa a la que gusta saberse aún deseable, hay que recordar que tambien se peca de pensamiento y que, en aquellas fechas el adulterio era ilegal en este pais. La sensualidad a flor de piel en los encuentros de los personajes es clara, y sin embargo el autor no la reprende, ni la censura,  muy al contrario nos la muestra con ternura, en su pasional ingenuidad.
  Tambien las referencias a que alude cuando la pareja protagonista se cita en el apartamento de soltero de él, para "charlar de sus cosas", durante horas, es lo suficientemente clara, sin mencionarlo, a lo que ustedes, y yo, y sus lectoras entendemos perfectamente. El único que no se enteraba era el censor.
 Sostiene Antonio Quintana en ese artículo de B&P que en sus mejores novelas Juan Lozano envolvía sus novelas de este género con las apariencia de otros; policiaco, aventurero... Si son aquellas tan agradables como esta sería bueno saber cuales son, porque entonces no me importaria catar de nuevo alguna novela de Carlos de Santander.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Los hijos bastardos de James Bond (1)

 Lou Carrigan y la W.W.W.

  Elvis North y Alice Westmoreland, pareja personal y profesional, son dos de los mejores agentes secretos de la Watch Wide World, W.W. W. (Vigilancia Universal), organismo de la ONU (!), que pretende prevenir conflictos mundiales en un mundo, según Carrigan, repleto de agencias secretas de todo tipo y pelaje. Elvis North mide metro ochenta y cinco, cabellos cobrizos, ojos negros y quietos; Alice Westmoreland tiene diez centímetros menos que él, una mata de cabellos rubios y una belleza impresionantes. Además de hermosos son unas bien engrasadas y extraordinarias máquinas de matar. Y tienen sentido del humor. Además trabajan para la W.W.W., a veces, otras van por su cuenta e intereses, que son los de la humanidad.


 Encontré a esta pareja de agentes secretos en la novela Juramento Anual en Ponza, Servicio Secreto nº 1608, en una historia de un grupo que recluta matones profesionales en esa localidad italiana, con la habilidad narrativa habitual en Antonio Vera Ramirez. A diferencia de lo que era habitual en el mundo de los bolsilibros el papel de la agente Westmoreland no es un mero elemento exotico o decorativo al servicio de su pareja masculina, sino que actua y combate a la misma altura que él. No en vano Lou Carrigan venía de dedicar cerca de 500 novelas al agente femenino de la CIA Brigitte "Baby" Montfort, una de las series de aventuras de espionaje más interesantes de la narrativa popular.
 Pero lo que no imaginaba al leer esta novela es que formara parte de una serie dedicada a estos personajes, a tenor de la oposición de Bruguera a que, en las colecciones generalistas, los autores repitieran protagonismos o iniciaran sagas (Ángel Torres Quesada -A. Torkent y su Orden estelar y las pegas que le pusieron). Porqué se lo permitieron a Lou Carrigan seria curioso de conocer, pero el caso es que, al empezar a leer Plataforma Espacial, Servicio Secreto, nº 1684, volví a encontrar a Elvis y Alice. Repite esta el mcguffin de una novela de 1971, publicada en la colección FBI, nº 217. de Editorial Rollan, Mundo Feliz, pero mejorado. Es esta de Bruguera mejor novela, y nos hace reflexionar acerca de los inconvenientes de la ingente producción de estos autores ;es muy dificil parir ideas originales cada semana. Aquí interviene la habilidad narrativa y la experiencia del novelista, y Antonio Vera, tiene mucho de ambas cosas.


 Algún tiempo después volvi a encontrarlos, y me alegré como el que se alegra al reencontrarse con viejos amigos. El Observador era el título de la aventura y se publicó en Servicio Secreto, nº 1718. No era esta su mejor aventura. Las dos anteriores eran mejores, pero como cualquier otra novela de Lou Carrigan se lee con interes.


 En Al Encuentro de los Ángeles, Servicio Secreto, nº 1648, el protagonista de la novela es un tal Lamont Amos, un representante enviado a un ficticio pais centroamericano, inmerso en una revolución, que al final se descubre como agente de la W.W.W. agencia, según asegura, de la que sus mejores agentes son Elvis North y Alice Westmoreland.


 No hemos descubierto más novelas en las que intervengan esta pareja de agentes u otros componentes de la W.W.W., ni tenemos noticia de ellas. Ignoramos si el autor dedicó mas historias a esta pareja, una de las más atractivas de la novela popular española, en el periodo de la madurez narrativa de Antonio Vera Ramirez, por lo que agradeceríamos cualquier noticia sobre ellos.

lunes, 2 de septiembre de 2013

El Coyote.


La culpa fue de un coyote.

 Hace algunos años existía en la plaza de la Corredera, de mi Córdoba natal una pequeña librería de libros de segunda mano y de ocasión, regentada por un señor mayor de maneras algo bruscas (pero nunca groseras) que se llamaba Trujillo, pero que yo, en mi fuero interno, llamaba "El Viejo", sin ningún ánimo peyorativo. Era la librería del Viejo y yo me entendía.
 El local era un local estrecho, lóbrego, porque la única ventana que daba a la calle estaba tapada con libros, en columnas sobre el alféizar, un sitio por el que tenias que retorcer el torso para avanzar, por las estrecheces que imponían las veteranas estanterías repletas de volúmenes, y la enorme mesa central, de madera oscura, igualmente atestada. Todo tipo de ediciones impresas llenaban la estancia ; libracos viejos (o antiguos, que todo depende de los ojos que miran y el entendimiento de cada cual) , ediciones nuevas de saldo, tebeos con todos los grados de deterioro posibles, novelas polvorientas provenientes de la limpieza del altillo del abuelo que el nieto vendió por cuatro perras, tostones recomendados por el Círculo de Lectores que ocupan un espacio necesario en la balda del rincón; olor a papel enclaustrado, peleas por sacar un libro de lomo interesante de la mitad de una pila de equilibrio inestable...
 Un lugar maravilloso.
 Mi modesta colección de libros está compuesta, en su mayor parte, de las gangas y tesoros que encontré allí, y no son pocos los libros de los que me deshice vendiéndolos en ese lugar.
 Pero llegó un dia acíago en que "El Viejo" decidió que ya había permanecido demasiado tiempo de pie, tras su minúsculo mostrador, y que ya estaba bien de aguantar a los pesados buscadores de tesoros impresos, y que ya era hora de retirarse. Trapasó el negocio a un viejo conocido de los aficionados a los tebeos, que tenía su local un poco más arriba, en la cuesta de la Espartería (conocido por mí, y por unos cuantos más, por "El Gordo"), y las cosas cambiaron. Todavía merecía la pena ir al local, pero ya no era lo mismo; el negocio languideció y acabó por morir. Córdoba se quedó sin una librería de libros de ocasión y segunda mano, emblemática y necesaria.
 Pero hagamos un alto y retrocedamos un tanto en la línea temporal, antes del apocalipsis, y regresemos a un momento concreto, de un dia determinado en que perdía el tiempo en la librería del Viejo (porque cuando no tenía nada mejor que hacer y me sobraban algunos "duros" en el bolsillo pasaba las mañanas en ese local, musarañeando entre los libros), y sin saber muy bien porqué decidí tomar un librito de un montón de otros similares, que llevaba viendo en el mismo lugar desde... siempre, sin que nunca mereciesen mi atención. En la cubierta de esos libritos se mostraba siempre la imagen ilustrada de un individuo vestido de charro mejicano, cubierta la cara con un antifaz negro, como el de El Zorro, y un bigotito a lo galán en blanco y negro de las películas de los años ´40, en diferentes poses, pero empuñando siempre un revólver colt. Eran novelas del oeste, sin duda, y como nombre genérico figuraba el de El Coyote, de un tal José Mallorquí.
 Un español escribiendo novelas del oeste americano, como aquellos otros que se escondían bajo un seudónimo anglosajón en aquellas novelas baratas en las que aprendí a leer, como el que dice, de niño, y que en la adolescencia desprecié por considerarlas lecturas infantiloides, repetitivas, y simples. Y el personaje, en su plasmación gráfica, siempre me había parecido ridículo. Un mariachi enmascarado...
 Pero aquel dia, quizá porque no encontraba nada interesante y me daba verguenza marcharme sin comprar nada, me llevé el número 1 de la colección de Forum, de los años ´80.
 Y, ya que lo tenia, debía intentar leerlo, al menos. Me senté, lo abrí, lo leí..., y descubrí una maravilla.
 Una prosa cuidada y fluída, un argumento interesante, una ambientación atrayente, en esa California recién arrebatada a los mejicanos por los yanquis, con esos terratenientes de sonoros nombres españoles, reliquias de un glorioso pasado imperial que se deshacía poco a poco; el trasfondo del abuso, de tintes racistas, de esos invasores norteños y anglosajones sobre una población mestiza y cobriza, y un héroe de reminiscéncias (muy leves, que ya desde el principio este cánido demostró tener una personalidad propia) al Zorro, de Johnston McCulley. Porque el joven César de Echagüe era un pisaverde abúlico de dia y un temible vengador enmascarado de noche; como de noche era su indumentaria de combate, totalmente negro, que por un deslíz del dibujante Francisco Batet, ilustrador habitual de la colección de Ediciones Clíper, le vistió, quien sabe por qué, con un luminoso traje de charro, y así se quedó, para los restos.


 Descubrí unas novelas apasionantes, bien escritas, llenas de personajes memorables y entrañables, de aventuras originales y magníficamente elaboradas. Desde entonces cada vez que iba a la librería me llevaba, junto con cualquier otra obra "de calidad", otra novela de El Coyote; sin orden, porque allí había ejemplares diversos de diversas colecciones dedicadas al personaje a lo largo del tiempo (Forum. Bruguera, Favencia, unos volúmenes retapados por el propietario original, muy rústicamente, de ejemplares de Clíper, de páginas amarilleadas por el tiempo, y con sellos de color sepia de librerías de compra-venta-intercambio, incluso del propio Trujillo), yo iba adentrándome, encantado en el mundo que Don José Mallorquí Figuerola creaba alrededor de un personaje, en verdad, mítico. Porque a medida que me interesaba por informarme y profundizar en la época y circunstancias que rodearon la existencia de El Coyote constaté su popularidad, extendida desde su creación hasta, prácticamente, la actualidad (la colección de PlanetadeAgostini es de 2002 ) En los tiempos en que el medio de comunicación que imperaba era la radio, porque la televisión era era una entelequia, y la población encontraba su entretenimiento y diversión en publicaciones de aventuras baratas El Coyote fue un soplo de aire fresco en una España sumida en una posguerra en blanco y negro, y que fue soporte de películas (muy malas), tebeos (los actuales comics), e incluso una canción (al parecer un corrido con letra del propio Mallorquí). Su fama se extendió por muchos paises europeos, y me consta que en Méjico es muy recordado y apreciado.


 En definitiva, descubrí que ahí fuera, en ese mundo hasta entonces ignorado de la novela popular española, había muchos continentes por explorar. Me atreví a catar alguno de esos bolsilibros que yacían en el fondo de cajones de plástico, acumulando polvo e indiferencia, concretamente un Curtis Garland y un Lou Carrigan, ambos de ciencia-ficción, y, vaya, no estaban mal. Seguí, insistí, y, sí, en verdad que en algunas de esa publicaciones populares y baratas habían buenos narradores...
 Y aquí estoy, metido en la tupida jungla inconmensurable de la novela popular española, con tantas cosas por descubrir y leer que no me serían suficientes tres vidas para abarcar una parte del conjunto,
todo por culpa de un tal José Mallorquí, y el mayor héroe de las turbulentas tierras del oeste americano: El Coyote.