domingo, 19 de octubre de 2014

Bolsilibros, cuadernillos, libros de bolsillo.

 
Durante mucho tiempo, desde el mundo literario, en sus dos vertientes, la crítica y la "consumidora" los meros lectores (no incluyo a los editores, que por la naturaleza de su profesión no hacen discriminaciones de calidad, siempre que se vendan y así debe ser) nos han hecho creer y hemos asumido que la literatura popular era por definición despreciable, embrutecedora y perniciosa. No recalcaré aquí el hecho de que la gran obra literaria de la novelística mundial y del acervo patrio castellanoparlante comienza con la quema de novelas de fantasía y el dogma de que tales dislates son propios de mentes débiles y enfermas; tampoco mencionaré el empeño obsesivo de las élites ilustradas por "emancipar" y "culturizar" a las masas populares y decirles que lo que les gusta en realidad no les gusta, que están confundidos porque les han condicionado desde el Poder. No negaré que llevaran algo de razón, que sus intenciones no fuesen bienintencionadas, pero en ese empeño de resaltar algo acaban por hundir lo que ocupaba ese espacio. Y su labor de hundirlo, de borrarlo, de olvidarlo parece que surtió efecto.
 Quizás quien mejor describió esta cuestión fue Theodore Sturgeon, escritor de eso que hemos dado en llamar ciencia ficción, en este enunciado con hechuras de sentencia: "El 90% de la ciencia ficción que se publica es basura..."- y añadió, y esto es lo importante del enunciado -," cosa que se puede decir de todo lo demás" En efecto, caballeros y damas, el 90% de las "novelas de calidad" que se publican son basura, el 90% de los premios nobel de literatura son basura, el 90% de las obras de los académicos de la lengua mundiales es basura, el 90% de "cine de autor" es basura..., asumiendo que el 90% de la novela popular publicada, los "best-sellers", son basura.
 Pero todo esto es el pasado, y no vamos a perder el tiempo hablando del pasado. Miremos adelante, al ahora.
 Ha pasado el tiempo suficiente para que una generación joven, libre de absurdos prejuicios, poseedores del descarado desparpajo del que no tiene que excusarse por leer "basura populachera", que disfrutan del acto de leer de la misma manera que disfrutan, en un momento dado, del cine de palomitas, del videojuego más estridente, o el comic más chulo. Son omnívoros literarios y culturales y en su búsqueda de esos restos arqueológicos que a fuerza de escarbar entre los escombros descubren tesoros. Y su entusiasmo les lleva a embarcarse en una aventura incierta en estos tiempos inciertos; quieren compartir sus placeres con los demás y nos ofrecen ese 10% de la novela popular española que, a su criterio, merece la pena de reivindicar.
  DLorean Ediciones comenzó con publicaciones contemporáneas, de autores jóvenes, noveles, cultivadores y herederos de la literatura Pulp, esa que nació, creció y se transformó (como la energía que ni se crea ni se destruye, sólo se transforma ), bien entrado el siglo XX en distintos formatos, cómic, cine, televisión, videojuegos... Ahora entreveran las producciones nuevas con ese material que tratamos en este artículo. Uno de los autores más demandados por esta afición de lectores es Lem Ryan, y sus textos de fantasía heroica publicados en su día en las colecciones de ciencia ficción de la editorial Bruguera.

 Y anuncia la inminente publicación de una novela corta que, aunque inédita, viene de la mano de uno de los autores míticos de ese formato editorial tan popular en los años centrales del siglo pasado, los Bolsilibros. Juan Gallardo Muñoz, con los sobrenombres más destacados de los muchos que usó, de Donald Curtis y Curtis Garland.


  Otra editorial nueva, Darkland Editorial, aún en sus primeros pasos, apuesta decididamente por recuperar ese material "clásico" y con pátina mítica de los bolsilibros. Juan Gallardo Muñoz -o Curtis Garland- con El Fantasma de Baker Street, y Francisco González Ledesma -o Silver Kane- con Rancho Drácula inauguran una línea que tiene un inmenso acervo literario en el que bucear y sacar a la luz.
 Por lo pronto se van a embarcar en uno de los proyectos más ilusionantes e importantes en la historia de la literatura popular española: recuperar para el lector actual una de las series de aventuras mas leida, en su día, los años ´40 del pasado siglo, por el público popular, El Pirata Negro, por Arnaldo Visconti -o Pedro Víctor Debrigode Dugi-, que compartió con El Coyote, de José Mallorquí, la imaginación y los asuetos de los españoles de posguerra. El enmascarado californiano ha disfrutado de una carrera sólida y revivida, de tanto en tanto, por el mercado literario; por eso resulta más sangrante que ese otro personaje que fue tan popular como aquel, ni siquiera haya sobrevivido a la memoria nostálgica de los mayores del lugar.
 Pero como la nostalgia es un territorio traicionero y extraviante han de ser los nuevos lectores los que valoren, con ojos limpios, las virtudes narrativas de una obra de aventuras comparable a cualquier otra, más renombrada, de lejanas latitudes. Y va a darnos esa oportunidad. Aprovéchenla, que merece la pena.