martes, 16 de abril de 2013

Un bolsilibro inusual.

 Howard Style es un detective privado de San Francisco. Tiene alquilado un cuchitril desvencijado como oficina, y emplea a una hermosa rubia ("... de piernas de alabastro, que empezaban en unas caderas jónicas y terminaban donde a ella le diera la gana."), de ojos azules, enamorada, como no, de su jefe, y que tiene por bien empleado el no cobrar todas las semanas si, al final, el patrón paga para toda la vida en la vicaría.
 Howard Style juega con ella, como juega con todas las mujeres hermosas con las que se topa a lo largo de la novela. Es bien parecido, joven y veterano de Corea, por lo que no tiene prisa por atarse a nada ni a nadie.
 En principio su actitud, y en consecuencia la de todos los personajes que pueblan la novela, no se diferencia en nada de la de sus compañeros de profesión en el mundo de la novela popular. Ellos son el espejo en el que los españolitos de a pié se querian ver reflejados -solteros, jefes de sí mismos. arrogantes -, y Ellas son, sin excepción, hermosas, pizpiretas e ingenuas, sin llegar a ser tontas, si acaso menores de edad intelectualmente.
 Establecidos en los primeros párrafos el ambiente y el escenario, Clark Malloy, el autor da inicio a la trama presentando a Lisa Stellman, una señora de la alta sociedad que acude al detective privado para encargarle un trabajo sencillo: encontrar a un familiar díscolo no debe ser dificil para un sabueso experimentado. La señora Stellman, viuda y joven ("De una belleza felina, con su rostro afilado y sus ojos de gata; morena, como lo son las hijas de Lilith."), aprecia de veras a su cuñado. Este, deprimido tras la muerte violenta y fortuita de su hermano, aficionado a la botella y frecuentando malas compañías -jugadores y bebedores, no piensen otra cosa- ,tres dias atrás salió de juerga y se perdió su rastro.
 La paga es buena, el trabajo sencillo, la señora menos triste que lo que deja ver, con su entallado vestido negro y las ojeras cuidadósamente perfiladas con rímel. Howard Style piensa que su suerte comienza a cambiar. Recorre las callejuelas y los muelles de San Francisco siguiendo una pista muy clara; el cuñado de la señora Stellman se hacía notar por donde fuera. Todos los dedos apuntan hacia el garito de Ma Papua, un lugar extraño, levantado en los tiempos del contrabando, regentado por unos indivíduos de hablares arcáicos y expresiones piratescas, como actores de una vieja obra de teatro escapados de un manicomio.
 A partir de este punto la novela trancurre por senderos no habituales en los bolsilibros de la época. La trama se mantiene, en la superfície, como ese híbrido de novela de misterio y elementos supuestamente sobrenaturales que llegarían despues, en la década de los ´70, pero no deja de resultar evidente que, por debajo de esa superfície, fluye una corriente siniestra, macabra. Algunas claves, sutiles, pero perféctamente identificables para los conocedores del pulp americano de Weird Tales, por ejemplo, nos indican que, lo que parece un negocio de trata de blancas "muertas", fictício, lo es -lo son- en realidad.
 El protagonista de la historia, al final, despues de un fenétrico viaje lleno de peleas a puñetazos, tiroteos, y requiebros galantes, como era de mandar, descubre, o intuye, que la frialdad al tacto de la señora Stellman, no era debido a la brisa del océano.
 Son muchos los detalles que hacen de esta novelita algo inusual dentro de este tipo de literatura; en primer lugar la editorial en que se publica, una ignorada por nosotros Editorial Geasa, de la que solo tenemos constancia de este ejemplar, el número 15 de la colección Puerta Secreta; en segundo lugar la identidad real de Clark Malloy. Ni su estilo, barroco, oscilante entre la erudición y la chabacanería ("El tipo aquel le recordó a Polifemo, pero aquel no le tomó por "Nadie"; le vió con su ojo bueno y se dispuso a machacarle los higadillos."), ni en la trama.
  Al pricipio transige con la censura, pero hacia el final se permite torearla: "Buscó algo que no encontró bajo la toalla, hasta que le asió la muñeca. Su tacto era frio, pero su mirada era de fuego."
 Y la extrañeza por el texto se acentúa cuando leemos esos comentarios como a vuela pluma, fugaces, acerca de lugares antiguos e impios, criaturas de otros tiempos y, quizás, otras dimensiones, y zombies de las profundidades marinas, que nos remiten a los cuentos del Maestro de Providence.
 Estos son todos los datos que conocemos de  De entre las muertas, de Clark Malloy, número 15 de la colección Puerta Secreta, impresa en Madrid, en Abril de 1957, al precio de 5 pesetas.

1 comentario:

  1. Apasionante reseña... Me temo que será poco menos que imposible encontrar "De entre las muertas", ¿verdad que sí?

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