domingo, 15 de septiembre de 2013

Carlos de santander (Juan Lozano Rico)

 No somos por estos lares muy aficionados a la novela romántica o "rosa", pero a raiz de un artículo de Antonio Quintana Carrandi, publicado en Bolsi & Pulp, dedicado a este autor decidí leer alguna novela suya. Se lamentaba y sorprendia el autor del artículo de la escasa información que existia sobre este autor en la red, salvo la minima entrada en la wikipedia, y algún comentario que se limita a repetir esta información, junto con algún comentario crítico sobre alguna de sus novelas. Juan Lozano Rico, que tambien firmó con el seudónimo Red Harland alguna novela de los primeros años ´50 en los géneros "masculinos", fué uno de los autores de mayor exito, antes y durante los años de reinado de Corín Tellado, y unos de los escasos a los que Brugera dedicó una colección en exclusiva: Colección Carola, donde, entre novelas originales y reediciones se publicaron 964 títulos; tambien participó en la guerra privada por la hegemonía en el mundo de los bolsilibros entre Brugera y Rollan, en la que se "robaban" autores en exclusiva.


 Y hay que tener en cuenta que en los años gloriosos de los bolsilibros, los ´50 y los ´60, la proporción de las colecciones Romanticas y del Oeste respecto a cualquier otro género (Policiaco y aventurero) era abrumadoramente superior. Solo hay que mirar el listado en el final de las novelas para constatarlo: En una novela cualquiera de 1957, 8 colecciones románticas, 4 del oeste, 1 policíaca. El género "rosa" era el más popular. Y Carlos de Santander uno de los más populares cultivadores de este.
 Atendiendo, siquiera, a estos datos decidí comprobar qué les ofrecia el novelista a sus devotas lectoras de un mundo competamente distinto al actual, con unas costumbres sociales y morales nacionalcatólicas, inmersas en una España recién salida de una posguerra, en la que, para que se publicase una novela un "asesor moral" debía dar su benepácito. Tambien debía superar mi desinterés por este tipo de novelas, pero hice un esfuerzo y, al menos con una de las elegidas y comenzadas, no me costó ningún trabajo terminarla y disfrutarla. Quizás, en un principio, se debió a que trataba, de fondo, de un tema de rabiosa (y cansina) actualidad: el turbio mundo de las altas finanzas y los jugadores de bolsa. (¿En qué informativo no se reseña todos los dias el nivel de las bolsas mundiales, quien no ha aprendido a taparse la nariz cuando se mencinan a "Los Mercados"?) La novela en cuestión es Un Aventurero, colección Carola, nº 270, segunda edición de julio de 1971; la primera de 1956.


 Samuel Hunter es lo que hoy en dia conocemos como un broker independiente, que le propone a un conocido una posibilidad de negocio, o, más bien, una promesa de ganancias, trapicheando en la bolsa con las acciones de una cierta empresa en expansión. Eso es lo que Samuel Hunter vende, pero en realidad no tiene intención de repartir beneficios del "timo" que prepara, pero necesita un socio capitalista, y para que todo tenga una apariencia consistente y enterarse de los movimientos del empresario en cuestión, se dedica a cortejar a su secretaria personal. Por supuesto la muchacha en cuestión es joven y atractiva, aunque distante y seria, como lo son todas las mujeres trabajadoras e inteligentes de la novela popular (el adjetivo que ronda nuestras cabezas constantemente es frígida, pero reaccionan adecuadamente ante el varón viril y dicharachero al final, que nadie se preocupe). Pero el "aventurero" es un seductor, como lo son todos los embaucadores, y la atractiva y solitaria secretaria cede y se enamora del tahur.
 La novela transcurre por los cauces habituales en este tipo de historias, y el final es el esperado y deseado, pero realmente es una novela corta interesante, bien escrita, y con un par de detalles en su argumento que la enriquecen (como ciertas pastillas de caldo, al guiso). Porque sorprende que el asesor moral dejase pasar unas situaciones que, a los ojos de cualquiera, muestran un sentimiento adúltero en la mujer del "socio" de Hunter hacia este. Si bien solo se trata de pensamientos, de ilusiones, de jugar con una idea romántica de una esposa a la que gusta saberse aún deseable, hay que recordar que tambien se peca de pensamiento y que, en aquellas fechas el adulterio era ilegal en este pais. La sensualidad a flor de piel en los encuentros de los personajes es clara, y sin embargo el autor no la reprende, ni la censura,  muy al contrario nos la muestra con ternura, en su pasional ingenuidad.
  Tambien las referencias a que alude cuando la pareja protagonista se cita en el apartamento de soltero de él, para "charlar de sus cosas", durante horas, es lo suficientemente clara, sin mencionarlo, a lo que ustedes, y yo, y sus lectoras entendemos perfectamente. El único que no se enteraba era el censor.
 Sostiene Antonio Quintana en ese artículo de B&P que en sus mejores novelas Juan Lozano envolvía sus novelas de este género con las apariencia de otros; policiaco, aventurero... Si son aquellas tan agradables como esta sería bueno saber cuales son, porque entonces no me importaria catar de nuevo alguna novela de Carlos de Santander.

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