jueves, 22 de agosto de 2013

El Pirata Negro, Arnaldo Visconti.

 Las ciencias avanzan que es una barbaridad, y, entre otras maravillas, los tiempos modernos han añadido a las librerías de ocasión y segunda mano de toda la vida que aún existen (dónde existan), con una localización física y catastral, un local virtual en la red. Todos los buscadores de tesoros, en forma de ediciones narrativas impresas, conocemos dos asociaciones de librerías de este tipo, que, en definitiva, son la misma, y algún sitio donde los particulares ofrecen sus gangas (pónganse las comillas donde corresponda) a los coleccionistas. Establecimientos y personas muy alejadas entre sí pueden contactar y llegar a acuerdos y comprar lo que sea que les interese, desde casa, gracias a la universalidad de internet.
 El único inconveniente que presenta este sistema es el de siempre: el transporte de la mercancía en cuestión. Aún no se ha perfeccionado el sistema transportador instantáneo de materia y los objetos siguen necesitando desplazarse con los medios de comunicación habituales. Y eso encarece el producto. En ocasiones mucho.
 Sin embargo este sistema de compra virtual (Te tienes que fiar de alguna imagen minúscula, alguna somera descripción; no lo puedes manosear y hojear antes de adquirirlo) tiene  sus virtudes. En lugar de rebuscar entre las estanterías repletas de ejemplares, buscas referencias, nombres de autores o colecciones y, a veces, encuentras sorpresas y tesoros.
 En el caso del ejemplar de El Pirata negro que compré con este método, junto con otras cosas, que hay que amortizar los gastos de envio, lo busqué por su referencia. Desde hacía algún tiempo leía  comentarios muy interesantes sobre un autor de novela popular, Pedro Victor Debrigode, que en su producción de novela policíaca firmaba como Peter Debry (esos sitios son: Peter Debry, padre de la novela negra española y su sitio hermano galanteaventurero.blogspot.com. novelapopular.blogspot.com. noveladeaventuras.blogspot.com). Además de comentar sus obras en las colecciones policiacas de Bruguera, se cantaban las virtudes, en su vertiente aventurera y con el seudónimo de Arnaldo Visconti, las novelas de El Galante Aventurero. Y tambien con el sobrenombre de Arnaldo Visconti, años antes, creó otro personaje, de resonancias míticas: El Pirata Negro. Compitió, en igualdad de condiciones, con el icono de la novela popular española: El Coyote , de José Mallorquí; cuando se hablaba de este con alguna gente mayor comentaban ,los ojos brillantes, una sonrisa en la cara: "Y tambien leía, en aquellos tiempos, las novelas de piratas de un escritor italiano; El Pirata Negro creo que se llamaba". Por los mentideros de internet se contaba que el personaje habia sido un gran exito en Alemania, y que, al parecer, su publicación se interrumpió a mitad de serie, y un escritor aleman la terminó, con una novela apócrifa... Comentarios breves, relación de los 85 números publicados de la colección en formato cuadernillo, de 15´05 x 20 cm. y 64 páginas, con texto a dos columnas y algunas ilustraciones intercaladas, en la página de Jaume Provensal, el portadista de todos esos números...
 Así que busqué y encontré en esas liberías de internet un ejemplar de la colección, La Tumba de los Caballeros, nº 19 de la serie. Recibí un cuadernillo de lomo deshecho, de cubiertas destrozadas; legible, sí, pero avejentado hasta tal punto que me ví obligado a restaurarlo, reforzando las tapas con folios encolados. Quizás por este contratiempo me desentendí del cuadernillo durante bastante tiempo.



 Un dia, sin nada que llevarme a las pupilas, con un síndrome de abstinencia bastante acentuado, decidí rescatar la Tumba de los Caballeros. Me senté en el sillón de leer, tomé el ejemplar con mucho cuidado y comencé a leer..., y al terminar sentí aquello que cada vez es mas extraño; la sensación de que me había divertido como aquella vez primera, tantos años atrás, en que leí por primera vez una novela; esa sensación que queremos volver a experimentar cada vez que abrimos un libro y que rara vez sucede.
 Había encontrado una narrativa clara y fluida, una aventura apasionante, unos sucesos graves que comprometian al honor, la amistad, la traición y la venganza, unos personajes bien definidos, empezando por el titular de la colección, el Pirata Negro, Carlos Lezama, una fuerza de la naturaleza, galante con los amigos, feroz en su cólera con los enemigos, capitán pirata de nobles propósitos; su amigo y lugarteniente Diego Lucientes, un madrileño echado a la piratería por un afán de aventuras desmedido, como desmedida es su pasión por las faldas; los piratas, contrapunto simpático, "Cien Chirlos" y "Piernas Largas".
 Un escenario grandioso, con su mar Caribe infestado de corsarios, con sus costas repletas de fortificaciones  coloniales, piratas emboscados donde menos te lo esperas. En esta novela en particular piratas del sexo femenino, con nombres própios que se pueden encontrar en los libros de historia marina: Ana Honey y Mary Dear. Aquí continúan sus andanzas, en unos hechos ignorados por la wikipedia.
 Y la novela, contando una historia unitaria, dejaba algún cabo suelto, y daba la impresión de que pertenecia a una gran saga, donde los personajes entran y salen, nacen y mueren , cambian, crecen, alrededor de un personaje central, el Pirata negro. La sensación se confirmó cuando seguí leyendo sus aventuras, desordenadas, interrumpidas en alguna ocasión, porque, como en El Coyote, alguna novela continua en la siguiente o siguientes, y hay referencias a hechos pasados que desconozco, pero, en cada ocasión tambien me reafirmo en la impresión que obtuve en la primera toma de contacto con el personaje: que soy un tipo afortunado por poder leer una aventura más de Carlos Lezama





 Años despues de que la serie fuera cancelada (1949), Bruguera inició la Colección Iris, ya con el formato del bolsilibro, dedicada en exclusiva a publicar cuatro series de cuatro personajes de Pedro Victor Debrigode, con el seudónimo de Arnaldo Visconti (1952). Se trataba de Diego Montes, El Halcón, El Aguilucho, y El Pirata Negro, del que, en cuatro entregas contó el origen y juventud del personaje.




 Por desgracia sólo he podido leer la primera novela de esta serie. No conozco nada de ese descendiente de Carlos Lezama, el bandolero y guerrillero Diego Montes, ni de los otros atractivos personajes de esta colección, que, sin duda, deben pertenecer a lo mejor del autor, en la plenitud de sus capacidades narrativas.
 Hasta tal punto llega mi admiración por el autor y su personaje que si alguien me pusiera una pistola en el pecho y me obligara a decidirme entre El Coyote, de Mallorquí, y El Pirata Negro de Visconti, encomendaria mi alma a los Dioses y me despediria de este mundo cruel.

  Gracias al amigo José Vicente Serrano he podido leer la primera entrega de la serie: La Espada Justiciera.



  Al ser un primer número la novela sirve como presentación del personaje protagonista, del entorno histórico y orográfico de la serie, y la historia no es más que un canto a la aventura romántica y a las virtudes de los hechos de la colonización hispana en las Indias, a la envidia de nuestros vecinos-rivales coloniales europeos(La péfida Albión, los chauvinistas gabachos, los taimados holandeses, etc., etc...), y la grandeza de sus (grandes) hombres. Aún el caracter del capitán Lezama no está bien definido, aunque muestra bien a las claras sus virtudes guerreras y galantes.
  No tardará el autor en enriquecer la tama con personajes secundarios, con lances más elaborados al encadenar algunas entregas con la siguiente o siguientes, al sacudir a sus héroes con desventuras y trances más complejos.
  Poco a poco voy rellenando los huecos de la gran saga del Pirata Negro que tengo abiertos, y , de tanto en tanto, clamo a los Cielos por una reedición de esta con prontitud, elegancia y economía.
  Así sea.
 
  Y los Cielos me escucharon. Y Darkland Ediciones es la mano de la Providencia.








1 comentario:

  1. yo he tenido la suerte de leer la serie completa (tenía unos 15 años) y recuerdo aun lo que llegó a marcar mi caracter el personaje del "Pirata Negro". Probablemente fué la primera lectura que me atrapó y como el primer amor, nunca se olvida.

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