jueves, 30 de abril de 2015

El Aguilucho, Arnaldo Visconti.

 

En el siglo XVIII, en el lejano oriente, el factor general de la Compañía de Indias, Lord Bruce Warner, está preocupado por cierto personaje problemático, un tal Ricardo, Dick, Mendoza, un español criado en la india desde muy joven, respetado por los naturales de la tierra, apodado por estos como "Turbante Sol", "Rajá Toro", "Cienrostros", "Emperador Puñales", entre otros motes. Un individuo que se hace acompañar por leales animales salvajes, un elefante blanco (elefanta, más bien), un aguilucho, y un tigre.
 El factor general da instrucciones a sus colaboradores de que ordenen a tal individuo a presentarse ante él, en contra del consejo del caballero Herbert Templeton, eso que en otros tiempos conoceríamos como director de servicio secreto de cualquier gobierno, hombre de maneras afectadas pero fondo taimado y ojos astutos e implacables, que considera que, tratándose de el tipo de hombre que se trata, es mejor "invitar" que "ordenar".
 De cualquier manera Dick Mendoza está mas cerca de lo que Lord Bruce Warner sospecha, concretamente en el mismo edificio en el que vive, en las estancias de su sobrina Cintya Brown, que escucha embelesada los requiebros y galanterías del apuesto y sonriente aventurero.
 Porque el apodado "Aguilucho", además de peligroso con las armas, los puñales de los que es virtuoso, y que lleva adosados con correajes al torso, también los es con la palabra. Embaucador, mentiroso, fanfarrón, guasón, ama y es amado por las damas, del alta cuna, baja estofa, blancas, hindúes, princesas o plebeyas.
 En pleno lance galante, en las estancias de la rubia Cintya Brown, es apresado El aguilucho, y llevado a presencia del factor general y el caballero Templeton , que le proponen colaborar con el Imperio Británico, en su calidad de conocedor de ciertos territorios de los que tienen interés comercial y al que ofrecen grandes ventajas económicas. Pero el indómito español no tolera dueños de ninguna clase y rechaza la oferta; pero si no estás con la poderosa Compañía de Indias estás contra ella.
 Dick Mendoza escapa del lugar y se inicia la caza del hombre y, porque son sus amigos, comienza el camino del lugar recóndito que los británicos ansían por sus riquezas en especias...
 Así comienza la primera novela de las cuatro que Arnaldo Visconti (Pedro Víctor Debrigode) dedicó a este personaje en la colección Iris, de Bruguera, siendo este el único creado para la ocasión; los otros tres fueron El Pirata Negro, Diego Montes y El Halcón, que ya vivieron unas aventuras anteriores, como ya se vio en las entradas anteriores.
 Y, sin duda, uno de los mejores personajes y mejores novelas de Pedro Víctor Debrigode. En aquellos años (la novela "Sangre en Ceylan", nº 4, de la colección Iris. es de mayo de 1952) el autor había alcanzado la perfección de sus habilidades narrativas. Resulta abrumadora (sí, este es el calificativo que me viene a la mente) la facilidad con que construye un edificio de pura aventura, como domina los mecanismos de la literatura popular, como, en apenas 150 páginas, el novelista cuenta más cosas (y más interesantes) que los actuales autores de best seller, en 500 u 800 páginas.
 Resulta incomprensible como esta colección fue el fracaso, relativo, que fue, como la gran Bruguera no volviese a recuperar en reediciones posteriores estas novelas, como en todos estos años nadie  responsable de alguna editorial hubiese reparado en la grandeza de estas narraciones. No se comprende.
 Afortunadamente parece que estas novelas de El Aguilucho tiene muchas posibilidades de ver la luz, así con el resto de novelas de esos otros personajes de la colección Iris que merecen una reedición. Es de justicia. Es imperioso.
 


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